“En el
silencio se oculta un poder que en vano buscaríamos en la palabra hablada;
todas las grandes fuerzas y las posibilidades latentes de la Naturaleza
trabajan en silencio, y en el silencio cumplen sus mayores milagros.
En general,
puede decirse que la intensidad y valor de una fuerza y su real eficiencia
obran en razón inversa del ruido con que puede aquella manifestarse
exteriormente; el ruido denota un desperdicio de energía que no se ha
concentrado perfectamente en la finalidad hacia la cual la misma fuerza fue
dirigida. El éxito de un proyecto depende de mantenerlo en secreto”…nos enseña
Aldo Lavagnini.
Pero el
silencio tiene muchísimas más aristas con las que podemos reflexionar. El
silencio es la mejor respuesta a una pregunta bulliciosa. Es el disfraz del
sabio, como el ruido lo es del que cree serlo. Quien sabe y dice que sabe, en
realidad no sabe nada…reza el refrán. Lo prepotente del argumento denota lo
insustentable de la idea.
En nuestra
vida profana estamos inundados de silencios que a veces seria hasta importante
oír.
El silencio
también es complicidad. Hiram muere sabiendo que tres compañeros lo
traicionaron, pero desconoce que fueron quince los que en realidad orquestaron
la revuelta. Hay doce compañeros que cómplices de las virtudes del silencio, se
ocultan entre las sombras de los que hoy lloramos la muerte del maestro. Quizás
más adelante la leyenda me contradiga, pero hoy el silencio apaña aquella
traición. En el silencio se escondieron las iglesias mientras sucedían
atrocidades en las sociedades del pasado; preguntándonos si fue silencio o
complicidad.
Nuestras
calles se inundan de argumentos ruidosos de pañuelos verdes o celestes;
mientras duermen en silencio millones de embriones crio-conservados fecundados
in-vitro, sin darle a este problema solución alguna. Si todos acordamos que hay
vida desde la concepción, estos seres solo hacen silencio, ya que el sistema
consumista imperante no los pone en agenda para ser escuchados.
En la
Argentina el silencio también fue protagonista. Hay 30000 vidas calladas, que
hoy son defendidas en el bullicio de marchas por la memoria; mientras son
silenciadas las víctimas de la guerrilla. No trato de empezar un debate
político, solo de exaltar que de ambos lados el silencio no ha ayudado de
mucho. El silencio es un arma mortal que puede utilizarse para el bien y para
el mal indistintamente.
El silencio
es del aprendiz que debe aprender. Que nada tiene para decir, ya que solo
“operativamente” debe formarse para crecer. Un maestro no puede sentirse
tal, si no sabe aprender mientras enseña. El silencio es respeto, es cautela.
Pero en un aprendiz que no pregunta, que no objeta, que no cuestiona…el
silencio puede ser desinterés, apatía o hasta tibieza si se conforma con lo
escrito y enseñado en instrucción.
Al
finalizar cada tenida juramos mantener SECRETO sobre todo lo expuesto en
tenida. Pero cuidado, que el masón debe diferenciar al silencio del secreto. La
masonería a través de sus hombres debiera ser escuchada por las calles profanas
para poner luz en lugares que hoy domina la oscuridad del no conocimiento.
Secreto ritualístico, pero no silencio procedimental. Las obras arquitectónicas
de Hiram no hacían silencio; ostentaban la perfección del maestro, hacia los
ojos profanos de un mundo que no sabía interpretar la belleza de sus obras. Así
debemos ser los masones en la vida profana, tal cual lo eran las obras de
Hiram. Debemos hacernos escuchar para que la luz de la masonería esparza su
belleza por el mundo “del afuera”.
El silencio
es calma, es prudencia, es quietud, es sabiduría. Es muchas cosas a la vez. Es
bueno o malo dependiendo de su finalidad. Lo importante es saberlo contemplar,
interpretar y a veces hasta interpelar para conocer su verdadero significado.
Quien hace silencio quizás no quiera hablar, o quizás no tiene nada útil para
decir. “Solo aquel cuyo enunciado sea más útil que el silencio, tiene el
derecho de interrumpirlo”.
Para concluir el silencio es
muy importante para este grado. Y una prueba ineludible para nosotros que
deseamos franquearlo. Pero creo que la verdadera prueba es practicarlo para la
introspección y para alcanzar la sabiduría; y también combatirlo en “el afuera”, enarbolando las banderas de la libertad, la
igualdad y la fraternidad; valores que deben volver a escucharse en un mundo
que se esmera para olvidarlos. Es nuestro deber que así se cumpla. Fue
el objetivo de muchos de nuestros hermanos que perecieron por ellos. Y es por
ellos que no podemos callarnos.
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