El tiempo solo pasa sin parar; lo que ayer era un
sueño hoy es realidad, y la realidad parece un sueño. El niño, el adolescente y
el hombre se aúnan en un único grito que no deja de gritar un eterno gracias. Todo
lo que soy tiene su impronta; todo en mí lleva su sello y en cada acto está su
sangre.
A veces extraño esperar a mamá en el umbral de
casa, y correr a su encuentro como lo haría la tempestad a la calma. A veces
extraño las siestas; las tareas en la cocina; los mil abrazos y besos sin
vergüenza; los retos, los mimos; a veces extraño no ser más un niño. La vida
del adulto es más fría, más tenue, más solitaria…y aunque a veces uno reniegue
de ello, ya no se puede volver atrás para abrigarse en un abrazo.
Extraño los desayunos con papá y la hermana; las
charlas pre-colegio; las peleas a las piñas; los caballos; el fulbito en el
comedor de casa. Porque aquella era “casa”, la casa de los papás es “la casa”;
el verdadero refugio. Donde uno corría para sentirse a salvo; donde estaba la
fuente para la solución de todos los problemas. Donde estaban mamá y papá. Extraño
las idas al colegio; los partidos de futbol en el parque Urquiza. Extraño la
niñez que dejo de ser.
Hoy la vida cambio; siempre en el viaje hacia
delante, los recuerdos solo vuelven para mitigar el paso del tiempo. El sol hace
más sombra, la vida pega más fuerte, la soledad te acompaña en cada decisión;
dejaste de leer lo que escribían los viejos, para empezar a escribir vos la
historia.
Hoy mientras imito a mi verdadero héroe, trato de
escribir algo de lo que me enseño en las flores que crecen hoy en MI casa. Ojalá
ser la mitad de mi mentor; la mitad de lo cariñoso y comprensivo de mi
arquitecta. Solo hay que esperar…en mí está su sangre.
Hoy comienza la vida a doblar, si alguna vez se
recibió, sin duda hay que devolver. Son las facturas que cobra la vida, y a las
que uno debe pagar sin falta, antes de terminar el viaje. Hay un camino
tranqueado y hay que tranquearlo hasta morir. Recto, íntegro, honesto, constante,
perseverante…así fue el camino que me trazaron mis constructores. Que tatuaron
a fuego el principio más importante de todos: ser un buen tipo. Ellos tuvieron también
grandes mentores; recuerdos de Sicilia, llenos de rectitud, honestidad y
fuerza. Consejos de amor, templanza, humildad y sencillez, que cruzan el océano
y se resumen en la palabra: abuelos.
Hija si alguna vez lees esto, comprenderás que todo
lo que soy me lo han enseñado. Que en mi corre la sangre de tus abuelos y de
los míos. Que quien no se enorgullece de los suyos está perdido. Que la
historia te forma, te templa, te rige, te acompaña y te consuela…siempre. Comprenderás
el gran respeto y admiración siento por MIS “viejos”; y que yo soy su sangre.
Hija un día yo ocuparé ese lugar en vos…solo ruego
a Dios dejarte tantas cosas como a mí me dejaron; y que en el final de tu viaje
sientas tanta admiración hacia mí como yola siento hacia ellos. Yo seguramente
ya habré comenzado el viaje eterno; pero desde donde esté, orgulloso voy a
saber que fui al menos parecido a ellos. Y que también en vos…esta su sangre. Garrik
No hay comentarios:
Publicar un comentario