Nuestros diputados en un arrojo de progresismo o en una
locura anticonstitucional decidieron aprobar un proyecto de ley (que ahora
debatirá el senado), sobre la libre y voluntaria interrupción del embarazo. No
quiero discutir ABORTO; pero sí quiero expresar que si una vida se puede
“apagar” al inicio, también puede ser apagada voluntariamente por la misma
persona al final. Concluyendo que la primera no puede alegar argumentos de
porque sí continuar (ya que no puede defenderse y no tiene quien lo haga por
él, ya que su propia madre quiere abortarlo); y la segunda: el paciente
terminal, tiene más que frondosos planteamientos para elegir el cese de sus
funciones vitales, ya que su agonía le pertenece.
¿Quién es el que pretende interponerse, con sus personales
reflexiones, en cómo debo morir? ¿Quién es el que me va a prohibir encontrarme
con ella cuando mi voluntad así lo disponga? ¿Quién es tan autoritario de
querer hacer suya mi última voluntad? ¿Quién pretende, desde el clero, la
lógica, o vaya a saber uno que fundamento decidir por mí, el día que quiero
dejar este mundo? ¿Quién puede decidir sobre mi dolor? Retomo el párrafo
anterior: Si una vida se puede interrumpir en el principio, porque no en el
final?
Toda mi corta vida como médico luchando contra enfermedades
junto al enfermo; a muchas les ganamos y contra muchas hemos perdido. Pero
siempre he sabido que una sería el fin para mí paciente. La medicina debe
promocionar la salud, prevenir y enfrentar la enfermedad, contener al enfermo
terminal y proporcionar una muerte digna. Y la dignidad del morir solo el moribundo
la conoce. Por eso es él quien debe elegir como escribir el final de su propia
historia…él debe elegir como se va a despedir.
No quiero ver el final de mi vida anclado a un respirador; no
quisiera que mis últimas escenas, en la gran película de vivir, sean sometiendo
a los que me quieren, al martirio de verme sufrir y conmigo, sufrir ellos.
Quiero morir erguido como he vivido y ser libre hasta en mi muerte.
La muerte es un descanso; es el mejor desenlace para la vida.
La muerte es la vida, porque se vive mientras se muere. La muerte no da miedo,
el miedo es no saber cómo afrontarla. Si morir será parte de mi vida…quiero ser
yo el arquitecto de mis últimas respiraciones. Quiero decidir que si ya no
puedo respirar por mí mismo…vivir en un respirador no sería gobernar mis actos,
no sería ser mi arquitecto, no sería ganarle a la muerte sino solo
demorarla…vivir así, es saberse muerto y no querer despedirse. Vivir así sería
no querer vivir la última escena de la vida; y así perderse de oír el aplauso
de un público, que solo nos recordara por lo que hemos hecho, y no por cómo nos
hemos despedido.
Y no es esto un revés a los congresistas de diputados. Este
es el “tema” de los temas. Desde tiempos inmemorables los grandes pensadores
han discutido sobre la muerte y la eutanasia. Platón, ya como un adelantado, se
expresaba en favor de esta última.
Hipócrates sostenía dentro de un juramento que alguna vez
hemos hecho todos: “Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me
soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré
abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma
santa y pura.”. Mucho no lo
respetamos al padre de la medicina, pero en fin.
Tomás de Aquino decía: “que la
vida la da y la quita Dios”. En un arrojo de librepensamiento les pido que
ante estos temas nos despojemos de nuestras pasiones metafísicas; y analicemos
el tema de un modo racional, político y científico. Dejando de lado nuestras
paciones.
Desde 1935 el tema se debate
abiertamente en el mundo y ha tomado muchísima fuerza en los países más
evolucionados. La contracara es que en 1940 la iglesia católica se opone
contundentemente a la eutanasia y con ella se crea una dicotomía importante
entre los “a favor” y los “en contra”.
No es que quiera hacer una
ensalada de temas, pero no es hasta 1947 que en argentina la mujer no podía
votar. Llegando a ese derecho después de un largo debate en donde algunos
congresistas la consideraban un ser “no racional”. Y me pregunto…con una
historia “evolutiva” tan reciente (de esto hace solo 70 años) ¿estaremos
preparados para debates tan profundos?
Volviendo al tema en el año 2009
el congreso promulgó la ley 26529 que habla de muerte digna y la modificó en
algunos incisos con la ley 26742. Donde se fija por sobre todo el principio de
AUTONOMÍA de los pacientes. La leyes expresan en resumen: “En el marco de
esta potestad, el paciente que presente una enfermedad irreversible, incurable
o se encuentre en estadio terminal, o haya sufrido lesiones que lo coloquen en
igual situación, informado en forma fehaciente, tiene el derecho a manifestar su voluntad en cuanto al rechazo de procedimientos
quirúrgicos, de reanimación artificial o al retiro de medidas de soporte vital
cuando sean extraordinarias o desproporcionadas en relación con la perspectiva
de mejoría, o produzcan un sufrimiento desmesurado. También podrá rechazar
procedimientos de hidratación o alimentación cuando los mismos produzcan como
único efecto la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal irreversible
o incurable. En todos los casos la negativa o el rechazo de los procedimientos
mencionados no significará la interrupción de aquellas medidas y acciones para
el adecuado control y alivio del sufrimiento del paciente”.
Ahora si bien la justicia
contempla una idea más plástica sobre el manejo de la muerte; la decisión del
fin de la vida por voluntad propia del paciente o de la familia (concretamente
la eutanasia) continua siendo ilegal en la Argentina. Y es ahí donde quisiera
anclar las inquietudes para nuestro trabajo de hoy.
Seamos justos con la vida como así
con la muerte. Si una vida aun no vivida es posible de apagar; una vida ya
vivida lo es aún más. Y mucho más si sostenemos que una de ellas no sabemos lo
que opina y la otra expresamente lo manifiesta. Mis hermanos seamos justos.
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